A quienes culpan a la empresa de "diversas crisis"
Parece que la inteligencia ha provocado siempre un rechazo sistemático por parte de la sociedad. Decía Nietzsche que el individuo vive en duelo constante con la tribu, y quizás sea esta la clave de la reflexión que al respecto me hago, pues tachar de antisocial a quien no se conforma con algo que no sea la libre elección es cuanto menos equivocado, pues no hay ser más amante de la sociedad que un liberal, no les quepa duda.
La libertad de asociación es lo que más problemas plantea al respecto, pues parece un insulto dicho desde un Anticristo egoísta y malévolo cuestionar el dogma que califica desde “la izquierda” la fría irracionalidad de “la derecha” en abstracto, para luego matizar trotskismos, leninismos y maoísmos sin ningún tipo de contemplación. Pero es que la matización es, cuanto menos, adecuada, pues es la mejor forma que tiene la retórica de dinamitar monopolios ideológicos, pudiendo de un modo utópico aproximarse cada vez más a la osada idea de considerar la individualidad de los componentes del colectivo, pero supongo que esa reflexión movería océanos de masa, y no precisamente positivos.
Además de este derecho, es natural que el derecho de propiedad también juega un papel crucial al respecto, pero eso en principio no debería plantear tantos problemas, pues es la esencia última de todos los derechos fundamentales, y éstos “parecen” ser acatados por todos en abstracto. El breve repaso no es más que una repetición de reflexiones más que trilladas, pues al fin y al cabo es el ser dueño de uno mismo lo que nos confiere la inviolabilidad de nuestro ámbito, y esto no debe conocer límites a lo que de forma completamente natural se adquiere, como fruto de acciones que “en sociedad” nos proporciona la armónica compensación que sólo la voluntad no discriminatoria de todos y cada uno de los componentes puede otorgar, hasta ahí queda clara mi línea.
Y es precisamente esto lo que se conecta necesariamente con la libertad de asociación, porque la auténtica naturaleza del intercambio patrimonial es precisamente eso, social, y por ello la cooperación puede convertirse en un proyecto de materialización de los intereses, y su forma es la sociedad, que si desdemonizamos el tan envidiado lucro se puede entender como cualquier tipo de sociedad, una asociación de individuos libres e independientes que deciden cooperar para la persecución de un fin determinado. La pertenencia a un Estado o a otro no es fruto de nuestras decisiones particulares, no es algo “nuestro” al fin y al cabo, pero en muchas ocasiones se pretende desde la moralidad obligarte a la exclusividad con éste, anulando la racionalidad y convirtiéndote en lo más deplorable de este mundo, un objeto de comercio y de exclusiva explotación, cual amante celoso y posesivo, el Estado.

Es por ello que como liberal no defiendo la pobreza, tampoco soy clasista ni amigo de los banqueros, de hecho creo firmemente en el principio de igualdad y en el derecho que todos tenemos a ser tratados por igual, con respeto máximo a nuestras diferencias, y es quizá en esto en lo que muchos discrepan. Ser diferente no es sinónimo de ser antisocial, esto debería quedar muy claro, porque ser diferente es algo positivo, algo que debería ser reconocido y apreciado por todos, pues es en la nobleza de quien tiene el arrojo para enfrentarse a un mundo que cercena con la mirada la cabeza del individualista quien está realmente capacitado para relacionarse sin ningún tipo de miedo o complejo, es por ello que, lejos de ser sinónimo de antisocial, ser liberal supone absolutamente lo contrario, ser un ser extremadamente social, tan social que no tiene problemas a la hora de asociarse, de relacionarse, pero el estigma de la “demonización” colectiva acecha.